A través del juego dramático, el niño deja fluir su espontaneidad, deja de ser él mismo para pasar a ser un personaje, un animal o un objeto; entrando por ello en un mundo diferente al suyo habitual, portador de nuevas experiencias.
A través del juego dramático, el niño deja fluir su espontaneidad, deja de ser él mismo para pasar a ser un personaje, un animal o un objeto; entrando por ello en un mundo diferente al suyo habitual, portador de nuevas experiencias.